miércoles, 11 de marzo de 2009

La ronda

El señor mas importante de la ciudad del Valle de Santa María decidió, por medio de la comitiva que lo apoyaba, instalar sobre la torre principal del edificio municipal un artefacto imponente para destacar su gestión.

Este artefacto tenia forma circular además de dos agujas que giraban de derecha a izquierda. Casi toda la comuna estuvo presente el día de la inauguración, se vendieron miles de sándwiches y masas, la banda toco melodías acordes a la situación y los niños del colegio cantaron la canción de la ciudad. Todos aplaudieron cuando el señor mas importante subió al escenario, “no dijimos más de lo que hicimos y no hicimos más de lo que dijimos” fue la frase que cerró el famoso discurso, que luego fue utilizada de manera excesiva e inadecuada por todos los que la escucharon y también por los que no. Se procedió a cortar una cinta simbólica que estaba atada a dos postes y todos aplaudieron otra vez.

El artefacto mostraba su imponencia allí en lo alto, cada turista que llegaba a la ciudad no dejaba de contemplarlo con obsesivo detenimiento. Las postales eran todas fotos, dibujos, esquemas y alusiones a este maravilloso instrumento de la mecánica moderna. Por las noches la iluminación que poseía hacia parecer que todo era oscuro.

El matrimonio De la Torre fue el primero en casarse bajo las famosas agujas, tradición que fue adoptada por todas las familias acomodadas. Todo había cambiado desde la construcción del monumento. A la gente se la veía alegre y feliz, se saludaban y daban cumplidos. En las cuadras aledañas mismo, se instalaron lujosos cafés, empresas de espectáculos, casinos y bancos de nombres cortos.

Cada día se juntaba gente alrededor de la construcción. A medida que pasaba el tiempo, la cantidad era mayor. Miraban como hipnotizados el lento girar de las agujas. Lógicamente la gente más elegante se acercaba más.

La primera en girar fue la madre del señor más importante de la ciudad, actitud que fue acompañada por los que estaban a su lado. Todos los presentes quedaron sin entender que estaba pasando, pero como la gente que estaba más adelante era parte del movimiento, el ritual avanzó a lo largo de toda la plaza. Quienes pasaban por ahí se sumaban. Antes de preguntar la razón de dicho acontecimiento, se escurrían entre las filas y, como conociendo todo, seguían al movedizo gentío.

La ronda giraba en una velocidad constante, el tiempo pasaba pero nadie se frenaba. Algunos se miraban entre sí, pero como el de al lado continuaba a paso firme, no podían ser menos y lo seguían también.

A mediados de la madrugada, quizás por el temblor de tantos pasos, o por la calidad de los mecanismos, con un fuerte ruido las agujas se frenaron. La gente quedo estatica en su lugar. Los de mas atrás tratando de que nadie los vea se fueron llendo, como escapándose. Al ver esto todos vovieron a sus casa y la plaza quedo vacia.

Al otro día nadie menciono lo acontecido. Nadie jamás dijo que fue parte de la ronda. El artefacto no funcionó más y tampoco se reparó. Los lujosos cafés fueron cerrando sus puertas. Los bancos, que no dejaron la ciudad, cambiaron la zona de sus sucursales. La ciudad del Valle de Santa María volvió a ser lo que era antes, pero ahora tenia una historia que nadie quería contar.

lunes, 2 de marzo de 2009

La mudanza II

Ya hacía varios días que la “locura” de los pintores había terminado. La ventana rota del chiflete quedó arreglada, le puso masilla…. Pero quedó bien. No había muchos muebles y la cama era un colchón en el piso. La propietaria, por suerte, se hizo cargo del tema de la cerradura y pudo usar esa plata para comprar la alfombra de entrada. En una casa puede faltar de todo, la cama, la mesa ratona e incluso sus propios habitantes, pero ningún hogar que se precie de serlo, puede andar por ahí, sin la alfombrita de bienvenida, saludándolo a uno bajo la puerta de entrada.

Ya que él era bastante ordenado, las cajas en las que trajo todo le servían bien para reemplazar el placar con cajones que todavía no tenía. Lamentablemente costaba mucho más que una alfombrita y todavía no entraba en su presupuesto. Como no tenía ni esposa, ni novia, la decoración no estaba en sus planes. Tenía una maseta, que le regalo una compañera del trabajo, en la que jamás crecería planta alguna, de hecho guardaba las llaves, los puchos y la billetera. Cuando iba al baño tenía que tirar de un alambre para accionar el mecanismo ya que no tenía el botón. La tapa del inodoro quedaba siempre abierta, por supuesto.

Llego el día en que ya no tuvo que pensar más en la casa, solo vivir. A partir de ese momento fue cuando empezaron los ruidos. Ruidos difíciles de describir. Sonaban siempre en el cuarto que él no estaba, y cuando, con mucho miedo, iba a revisar, sonaban en el otro. Miraba por la ventana, levantaba el colchón, movía las cajas y nada. No se le ocurrió otra cosa que tirar mata cucarachas.

Poco a poco se fue acostumbrando a los ruidos.

El día que hizo la presentación en sociedad, rogaba porque ninguno de estos extraños sonidos asustara a sus invitados. Ponía la música fuerte o abría la ventana, todo de acuerdo al ambiente en el que se encontraban, para disimular. De repente uno de estos sonidos lo sorprendió mientras cortaba una de las pizzas. Miró rápidamente a sus invitados y seguían hablando como si nada. Se quedó congelado mirando hacia todos lados. – Dale que la fugazza fría es horrible – le dijo uno de ellos mientras tomaba el control del cuchillo y avanzaba con el corte de la misma. Se quedo pálido y casi que no habló en toda la noche. Rogaba porque se vallan todos lo antes posible.

Cuando se fueron, tomo el mata cucarachas y recorrió los dos ambientes. Saco todo lo que había en las cajas, una por una, volviendo a acomodar cada vez que terminaba. La casa no era muy grande y su paciencia mucho menos, por lo que se fue a dormir a los 20 minutos.

Al otro día con mas luz y menos miedo logro entender lo que pasaba. Había dado con la razón de tantos hechos extraños. Después de vivir sus dos primeras semanas solo, se había encontrado a si mismo. Se escapó rápidamente. Fue a trabajar media hora antes. Luego del trabajo obligo a sus compañeros a ir al after office y, fingiendo interés, comió en un restorán con la secretaria que le tiraba onda. Ya era medianoche y tenía que volver. Al llegar a su casa, del miedo que tenia, no podía embocar la llave en la cerradura. Por más que insultaba a la propietaria, su dificultad no tenía nada que ver con la calidad de la misma, y lo sabía.

Una vez adentro, el encuentro fue inevitable. Se encontró consigo mismo otra vez. A los gritos se hecho. Se pregunto qué era lo que quería y se decía que, si había venido a buscar plata, se equivocó de lugar. Forcejeó un rato largo hasta que sus fuerzas y su paciencia desistieron. Se fue a dormir.

Pasaron los días y poco a poco las diferencias se fueron olvidando. Muy lentamente comenzó a aceptar su presencia. Si bien siempre discutía por los condimentos, se preparaba platos con más dedicación. Se compró una cama, porque consideraba que no podía dormir más en el piso. En el baño, arregló el botón, aunque la tapa del inodoro la seguía dejando abierta, por supuesto.

Logro llevarse muy bien consigo mismo. El secreto, decía él, era aceptar las diferencias y explotar al máximo las coincidencias. Su alegría se notaba desde lejos. La gente lo trataba de otra manera. Incluso chicas que antes no se fijaban en el, soltaban ahora, sus mas deseosas miradas.

Un día conoció a Laura. La invito al after office de la calle Reconquista. La invito por invitarla y no para no estar en su casa.

Empezaron a salir bastante seguido. Fueron al cine, a la plaza, al zoológico y a todos los lugares que va la gente que quiere enamorarse. También la invitó a su casa. Le preparó platos ricos y condimentados, tuvieron sexo en su cama nueva y mientras ella no lo veía bajó la tapa del inodoro.

Ella vivía con sus padres, pero se fue quedando a dormir cada vez más seguido. A su cepillo de dientes, se le sumo su caja de ropa, que después paso a ser un bolso grande, que luego se transformó en un placar para los dos. Al final se había quedado a vivir.

Luego de un par de días, mientras cerraba la puerta con el pie y bajaba las cajas de la casa de decoración. Un escalofrío comenzó en su pansa y lentamente le dio vueltas por todo el cuerpo. Se quedo duro mirando para todos lados.

Si bien no eran los mismos, había escuchados los ruidos otra vez.