martes, 1 de diciembre de 2009

Buenos Aires

Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel;
"Borges y yo" - Jorge Luis Borges



Buenos aires te hace sentir que siempre estas de paseo. Todo es tan propio y ajeno. Tan extraño y común. Uno es espectador y participe del espectáculo. Es un teatro donde las butacas, son el escenario.

Sus calles te llevan y te pierden. Un negocio te distrae de lo que estabas viendo en otro. El de al lado repite la misma acción, así con cada uno. Y se te hace tarde, terminas lejos o decidís pasear. Pero aquí, esa decisión, no depende de uno. Aquí uno no es libre, pero te libera.

Uno siempre es extranjero; esa sensación es lo que te hace nativo.

Las cosas pasan, no sabe uno por qué. Se pregunta y a la vez las engendra. Las siente tan lejanas, tan ajenas, así es como se hacen propias las cosas de esta ciudad.

El tango que suena. Que habla para siempre, como un relato mitológico, como algo escrito por alguien que no existió. Que uno lo busca y jamás lo encuentra, y de repente ahí, sin notarlo, apareció, entre recuerdos que no te acordás y sensaciones que no tenés. Ahí está, como doliendo. Te corta, pero no sangras, no encontrás la cicatriz.

Uno se acostumbra a no acostumbrarse nunca. A saber que hay siempre algo nuevo. Nada es tan sorprendente y pomposo. Las cosas se esconden entre la luz que no les da.

Aca el oro no brilla y se lustra con los ojos.

¿Que dirán de nosotros los turistas? No se, no los entiendo, pero podría hacerlo. Algo imposible de hacer, con esta ciudad.

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