Todo transcurría con calma en la mesa del bar.
Una estabilidad dada por la organización imperante, mantenía el fluir de las cosas con demasiada quietud.
Cada uno tenía un lugar, una función. Algunos - lógicamente - eran más importantes que otros , y otros, no eran más que simples cuatro de copas.
Extrañamente había ciertos integrantes que la estaban jugando callada : Ideas modernas dominaban sus conversaciones secretas. Planeaban sumar más y más adeptos a su causa.
“Es hora de poner las cartas sobre la mesa..!”
- gritaban enfurecidos. Manifestaron que la razón de todos los males eran los porotos, que eran estos elementos los que fomentaban la desigualdad, generando así la marginación de unos cuantos. No se podía seguir más marcando cartas y poniendo comodines, Había que ganarla de mano. Era el momento del cambio, de la revolución.
Fue así como poco a poco las cartas tapadas se dieron vuelta.
Una multitud rodeó el lugar. Al grito de – “¡chin-chon ,chin-chon , chin-chon..!” la mesa quedó completamente tomada.
A partir de ese día todo cambió radicalmente.
El ancho de espada había perdido todo su poder, los porotos no solo no servían, si no que quien los tuviese, se encontraba en una situación bastante complicada.
Hasta se escuchó de gente que llego hasta restar de a diez.
jueves, 5 de febrero de 2009
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