martes, 1 de diciembre de 2009

La rebelión de las ranas

La lluvia había sido constante durante varias semanas, pero no fue esa la razón.

No sé tampoco si había necesidad de una razón : Tanta pasividad era para tener en cuenta, siempre que todo está calmo, significa que algo está por suceder.

Quizá no tengan ninguna queja, y tampoco necesiten generar algún cambio en la humanidad : Tan solo salieron de sus pozos húmedos y se dedicaron a atacar.

Pero uno puede imaginar eso del mercado de valores, de una plaza, cuando mira una película “western”, pero no de que fuese originado por simples ranas, ya que nadie hubiera podido imaginar que había tantas, y tan feroces..!...

Aparentemente no tienen ninguna ideología política, sus movimientos no son los de un grupo que quisiera tomar el poder. Se desconoce quién las dirige, cual es su líder, ni cual si ideología, en caso que la tengan...

No son pacificas, claro está, pero tampoco poseen armas : Su único elemento de ataque, es la cantidad.

En el Congreso se demoran en dictar leyes que prohíban la vida de las ranas : Las manifestaciones ecologistas y “pro-animales” se agolpan en la puerta. Nadie los reprime, aunque en un momento la multitud se dispersa. No fueron los carros hidrantes quienes avanzaron sobre la plaza, no volaron gases lacrimógenos. Las mismas ranas rozaron los tobillos de sus defensores, dejando en el piso a varios de ellos, a quienes mató la desesperación.

En la Cámara Baja hay un gran alboroto. La gente colma el recinto, pero entre los diputados muertos, los que se refugiaron en su casa y los que aprovechan la “movida” política no se llega al quórum. Estos resbalosos son difíciles de atrapar...y además todavía no hay orden de captura.

Los Medios de Informaciónponen en alerta a la ciudad. La gente desesperada comienza a correr por las calles sin direccion alguna.. Esto dificulta el paso del Ejercito , que tiene orden de reprimir y de hacer fuego a discreción.

Sin embargo, el correr de los pobladores aplasta a varias de la ranas que cruzan las veredas.El ataque sigue.

Algunas barricadas frenan el avance. Pero ¿cómo se libra una guerra contra seres que no se sabe lo que buscan?

Una multinacional tabacalera, por medio de una licitación directa, firmada por decreto ,logra proveer al estado de 3 millones de cigarrillos. Los mismos son encendidos y lanzados desde el aire,para satisfaccion de las ranas, que los toman ávidamente. aunque algunos son fumados por la gente que toma todo lo que es gratis y también por aquellos que quieren “un pucho antes de morir”.

Las ranas fuman y poco a poco se van inflando y explotando una por una. Los cigarros funcionan a la perfección.

Al día siguiente Buenos Aires amaneció teñida de verde y rojo. La mirada perdida de las ranas deja ver un rastro satisfacción, de morimos por una causa justa.Mas adelante , una ley de amnistía dejo con vida a las pocas ranas que no tomaron los cigarrillos.

Algunos dicen que fue la tabacalera que promovió dicha legislación, para futuras ventas.

Otros , comentaron que también fueron ellos quienes mandaron a las ranas..

Emiliano Canis

Buenos Aires

Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel;
"Borges y yo" - Jorge Luis Borges



Buenos aires te hace sentir que siempre estas de paseo. Todo es tan propio y ajeno. Tan extraño y común. Uno es espectador y participe del espectáculo. Es un teatro donde las butacas, son el escenario.

Sus calles te llevan y te pierden. Un negocio te distrae de lo que estabas viendo en otro. El de al lado repite la misma acción, así con cada uno. Y se te hace tarde, terminas lejos o decidís pasear. Pero aquí, esa decisión, no depende de uno. Aquí uno no es libre, pero te libera.

Uno siempre es extranjero; esa sensación es lo que te hace nativo.

Las cosas pasan, no sabe uno por qué. Se pregunta y a la vez las engendra. Las siente tan lejanas, tan ajenas, así es como se hacen propias las cosas de esta ciudad.

El tango que suena. Que habla para siempre, como un relato mitológico, como algo escrito por alguien que no existió. Que uno lo busca y jamás lo encuentra, y de repente ahí, sin notarlo, apareció, entre recuerdos que no te acordás y sensaciones que no tenés. Ahí está, como doliendo. Te corta, pero no sangras, no encontrás la cicatriz.

Uno se acostumbra a no acostumbrarse nunca. A saber que hay siempre algo nuevo. Nada es tan sorprendente y pomposo. Las cosas se esconden entre la luz que no les da.

Aca el oro no brilla y se lustra con los ojos.

¿Que dirán de nosotros los turistas? No se, no los entiendo, pero podría hacerlo. Algo imposible de hacer, con esta ciudad.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Conversaciones 6

- Se me pasó Marisa. En esta relacion la responsabilidad es responsabilidad tuya.

jueves, 3 de septiembre de 2009

sábado, 11 de julio de 2009

Olvido

Uy,.. que bronca que le daba. Cada vez que pasaba apretaba los dientes con toda su fuerza. Se sentía como con las manos atadas de no poder hacer nada. Lo que lo ponía mal eran dos cosas, primero que ya había pasado mil veces y segundo que, por eso, había hecho todo lo que estaba a su alcance para evitarlo. Pero, igualmente, sucedía, una vez más.

Leandro se olvidaba, si como todos alguna vez, se olvidaba, solo que un poco más seguido. Ese era su pecado y, también, su castigo.

No se sabe si por apurado, por despistado o por alguna preocupación. Sea lo que sea, el siempre se olvidaba. En la escuela confundía los días de los exámenes. Varias veces se perdió la excursión al planetario por no traer la autorización. En su casa quemó todo tipo de comidas, dejó morir de inanición a su pez Martin e inundó el baño junto al pasillo que lo secundaba.

El, era su propia víctima y su más terrible verdugo. Sufría mucho. Sufría porque no sabía cómo hacer para vencerse. Pero más lo hacía cuando, a su propio tormento, se le sumaba el de un jefe, un superior o cualquiera, con autoridad suficiente, para fruncirle el seño.

Desde ya que esto empeoró cuando inicio su camino laboral. Perdió llaves, se le “pasaron” reuniones, confundió fechas de entrega y reenvió mails confidenciales a personas que no correspondía. No lo echaron de ningún lugar, pero transpiró en varias oportunidades. Llegó al punto de no tener que dar explicaciones. La gente lo miraba y ya sabía lo que venía. Directamente giraban la cabeza para otro lado y le decían que lo solucione.

Era como si preparara la canasta con las galletitas, el mate, el termo, la yerba, la manta y al llegar al parque, descubrir que le faltaba “tan solo” la bombilla.

Intentó armando listas, dejando todo preparado, pero siempre algo faltaba.

A decir verdad, algunas de estas cosas le iban funcionando de a poco. Las llaves las ataba a su cinturón. Cuando tenía una reunión sonaban todo tipo de recordatorios, despertadores, alarmas y gente de buena voluntad y memoria que se encontraba previamente avisada. Antes de salir contaba todo y miraba para todos lados. Se la pasaba repasando todo lo que tenía que hacer. Llegó a tener dos copias del pasaporte.

Los resultados también fueron cambiando. Los seños fruncidos fueron reemplazados por apretones de manos, seguidos de ascensos laborales. Llegar antes a los encuentros ejecutivos le permitía preparar mucho mejor las presentaciones. Fue ganando mucha confianza.

Solo se olvidaba de los nombres, eso sí. La mayoría de las veces utilizaba extrañas formulas que mientras que no se confundan, funcionaban a la perfección. Pero evitaba todo esto llamando a los hombres “capo” y a las mujeres “corazón” o “señorita”.

Hasta que un día sucedió. A la tarde de un día soleado de Octubre, Leandro no se olvido más de nada.

Estaban ahí todas sus cosas, en el escritorio. La computadora pasaba de pantallas a toda velocidad. La birome firmaba cosas. La abrochadora saltaba para todos lados. El celular llamaba a sus clientes y a sus proveedores.

La gente de la oficina, sorprendida, se acercaba a su box. No entendían lo que pasaba. Todas sus cosas parecían tener vida. Se movían como si el estuviese allí.

Leandro se había olvidado de sí mismo.

lunes, 22 de junio de 2009

Frase sola

"Algunos te cierran los ojos para que no veas la realidad, otros, en cambio, lo hacen para que imagines otra"

Conversaciones N°4

“Cuando se es adolecente uno se la pasa hablando estupideces como un tonto,
cuando se es un poco más grande, uno ya las dice como un tipo serio”

Conversaciones N°3

A mi lo que me molesta de los antidepresivos, es que para tomarlos tengo que admitir que soy un depresivo.

Y eso me deprime…

Conversaciones N°2

Vendedor: - Y aca tienen la parte de las camas
Marido: - Disculpeme señor, pero me llama la atención, por que el sector de las camas es mucho mas chico que el de las mesas, alfombras, etc que esta alla?

Vendedor: -Porque a la mayoría de los matrimonios les importa mucho mas el living que el dormitorio.

Conversaciones N°1

- Decime, porque me amas?
- No se… porque me haces reír. Y vos, vos porque me amas?
- Porque te reis…

miércoles, 11 de marzo de 2009

La ronda

El señor mas importante de la ciudad del Valle de Santa María decidió, por medio de la comitiva que lo apoyaba, instalar sobre la torre principal del edificio municipal un artefacto imponente para destacar su gestión.

Este artefacto tenia forma circular además de dos agujas que giraban de derecha a izquierda. Casi toda la comuna estuvo presente el día de la inauguración, se vendieron miles de sándwiches y masas, la banda toco melodías acordes a la situación y los niños del colegio cantaron la canción de la ciudad. Todos aplaudieron cuando el señor mas importante subió al escenario, “no dijimos más de lo que hicimos y no hicimos más de lo que dijimos” fue la frase que cerró el famoso discurso, que luego fue utilizada de manera excesiva e inadecuada por todos los que la escucharon y también por los que no. Se procedió a cortar una cinta simbólica que estaba atada a dos postes y todos aplaudieron otra vez.

El artefacto mostraba su imponencia allí en lo alto, cada turista que llegaba a la ciudad no dejaba de contemplarlo con obsesivo detenimiento. Las postales eran todas fotos, dibujos, esquemas y alusiones a este maravilloso instrumento de la mecánica moderna. Por las noches la iluminación que poseía hacia parecer que todo era oscuro.

El matrimonio De la Torre fue el primero en casarse bajo las famosas agujas, tradición que fue adoptada por todas las familias acomodadas. Todo había cambiado desde la construcción del monumento. A la gente se la veía alegre y feliz, se saludaban y daban cumplidos. En las cuadras aledañas mismo, se instalaron lujosos cafés, empresas de espectáculos, casinos y bancos de nombres cortos.

Cada día se juntaba gente alrededor de la construcción. A medida que pasaba el tiempo, la cantidad era mayor. Miraban como hipnotizados el lento girar de las agujas. Lógicamente la gente más elegante se acercaba más.

La primera en girar fue la madre del señor más importante de la ciudad, actitud que fue acompañada por los que estaban a su lado. Todos los presentes quedaron sin entender que estaba pasando, pero como la gente que estaba más adelante era parte del movimiento, el ritual avanzó a lo largo de toda la plaza. Quienes pasaban por ahí se sumaban. Antes de preguntar la razón de dicho acontecimiento, se escurrían entre las filas y, como conociendo todo, seguían al movedizo gentío.

La ronda giraba en una velocidad constante, el tiempo pasaba pero nadie se frenaba. Algunos se miraban entre sí, pero como el de al lado continuaba a paso firme, no podían ser menos y lo seguían también.

A mediados de la madrugada, quizás por el temblor de tantos pasos, o por la calidad de los mecanismos, con un fuerte ruido las agujas se frenaron. La gente quedo estatica en su lugar. Los de mas atrás tratando de que nadie los vea se fueron llendo, como escapándose. Al ver esto todos vovieron a sus casa y la plaza quedo vacia.

Al otro día nadie menciono lo acontecido. Nadie jamás dijo que fue parte de la ronda. El artefacto no funcionó más y tampoco se reparó. Los lujosos cafés fueron cerrando sus puertas. Los bancos, que no dejaron la ciudad, cambiaron la zona de sus sucursales. La ciudad del Valle de Santa María volvió a ser lo que era antes, pero ahora tenia una historia que nadie quería contar.

lunes, 2 de marzo de 2009

La mudanza II

Ya hacía varios días que la “locura” de los pintores había terminado. La ventana rota del chiflete quedó arreglada, le puso masilla…. Pero quedó bien. No había muchos muebles y la cama era un colchón en el piso. La propietaria, por suerte, se hizo cargo del tema de la cerradura y pudo usar esa plata para comprar la alfombra de entrada. En una casa puede faltar de todo, la cama, la mesa ratona e incluso sus propios habitantes, pero ningún hogar que se precie de serlo, puede andar por ahí, sin la alfombrita de bienvenida, saludándolo a uno bajo la puerta de entrada.

Ya que él era bastante ordenado, las cajas en las que trajo todo le servían bien para reemplazar el placar con cajones que todavía no tenía. Lamentablemente costaba mucho más que una alfombrita y todavía no entraba en su presupuesto. Como no tenía ni esposa, ni novia, la decoración no estaba en sus planes. Tenía una maseta, que le regalo una compañera del trabajo, en la que jamás crecería planta alguna, de hecho guardaba las llaves, los puchos y la billetera. Cuando iba al baño tenía que tirar de un alambre para accionar el mecanismo ya que no tenía el botón. La tapa del inodoro quedaba siempre abierta, por supuesto.

Llego el día en que ya no tuvo que pensar más en la casa, solo vivir. A partir de ese momento fue cuando empezaron los ruidos. Ruidos difíciles de describir. Sonaban siempre en el cuarto que él no estaba, y cuando, con mucho miedo, iba a revisar, sonaban en el otro. Miraba por la ventana, levantaba el colchón, movía las cajas y nada. No se le ocurrió otra cosa que tirar mata cucarachas.

Poco a poco se fue acostumbrando a los ruidos.

El día que hizo la presentación en sociedad, rogaba porque ninguno de estos extraños sonidos asustara a sus invitados. Ponía la música fuerte o abría la ventana, todo de acuerdo al ambiente en el que se encontraban, para disimular. De repente uno de estos sonidos lo sorprendió mientras cortaba una de las pizzas. Miró rápidamente a sus invitados y seguían hablando como si nada. Se quedó congelado mirando hacia todos lados. – Dale que la fugazza fría es horrible – le dijo uno de ellos mientras tomaba el control del cuchillo y avanzaba con el corte de la misma. Se quedo pálido y casi que no habló en toda la noche. Rogaba porque se vallan todos lo antes posible.

Cuando se fueron, tomo el mata cucarachas y recorrió los dos ambientes. Saco todo lo que había en las cajas, una por una, volviendo a acomodar cada vez que terminaba. La casa no era muy grande y su paciencia mucho menos, por lo que se fue a dormir a los 20 minutos.

Al otro día con mas luz y menos miedo logro entender lo que pasaba. Había dado con la razón de tantos hechos extraños. Después de vivir sus dos primeras semanas solo, se había encontrado a si mismo. Se escapó rápidamente. Fue a trabajar media hora antes. Luego del trabajo obligo a sus compañeros a ir al after office y, fingiendo interés, comió en un restorán con la secretaria que le tiraba onda. Ya era medianoche y tenía que volver. Al llegar a su casa, del miedo que tenia, no podía embocar la llave en la cerradura. Por más que insultaba a la propietaria, su dificultad no tenía nada que ver con la calidad de la misma, y lo sabía.

Una vez adentro, el encuentro fue inevitable. Se encontró consigo mismo otra vez. A los gritos se hecho. Se pregunto qué era lo que quería y se decía que, si había venido a buscar plata, se equivocó de lugar. Forcejeó un rato largo hasta que sus fuerzas y su paciencia desistieron. Se fue a dormir.

Pasaron los días y poco a poco las diferencias se fueron olvidando. Muy lentamente comenzó a aceptar su presencia. Si bien siempre discutía por los condimentos, se preparaba platos con más dedicación. Se compró una cama, porque consideraba que no podía dormir más en el piso. En el baño, arregló el botón, aunque la tapa del inodoro la seguía dejando abierta, por supuesto.

Logro llevarse muy bien consigo mismo. El secreto, decía él, era aceptar las diferencias y explotar al máximo las coincidencias. Su alegría se notaba desde lejos. La gente lo trataba de otra manera. Incluso chicas que antes no se fijaban en el, soltaban ahora, sus mas deseosas miradas.

Un día conoció a Laura. La invito al after office de la calle Reconquista. La invito por invitarla y no para no estar en su casa.

Empezaron a salir bastante seguido. Fueron al cine, a la plaza, al zoológico y a todos los lugares que va la gente que quiere enamorarse. También la invitó a su casa. Le preparó platos ricos y condimentados, tuvieron sexo en su cama nueva y mientras ella no lo veía bajó la tapa del inodoro.

Ella vivía con sus padres, pero se fue quedando a dormir cada vez más seguido. A su cepillo de dientes, se le sumo su caja de ropa, que después paso a ser un bolso grande, que luego se transformó en un placar para los dos. Al final se había quedado a vivir.

Luego de un par de días, mientras cerraba la puerta con el pie y bajaba las cajas de la casa de decoración. Un escalofrío comenzó en su pansa y lentamente le dio vueltas por todo el cuerpo. Se quedo duro mirando para todos lados.

Si bien no eran los mismos, había escuchados los ruidos otra vez.

lunes, 9 de febrero de 2009

El club de los que no quieren pertenecer a ningún club

"Nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo."
Groucho Marx

Cuando quieras , te invito al club de los que no quieren pertenecer a ningún club, te daría el carnet número 00001. Ese es el número que tienen todos los carnets.
Nunca nos juntamos, lo que hacemos es no ir.

En realidad solo nos cruzamos afuera y decimos, con el más fervoroso de los enojos, por qué no vamos.

Días pasados sucedió que uno de los socios decidió ir, así que lo expulsamos inmediatamente, pero cuando vimos que nos estábamos poniendo de acuerdo, nos expulsamos a todos.

Formamos el "Club de los que no quieren pertenecer al club de los que no quieren pertenecer a ningún club”. Ahí las cosas estaban mejor , ya que por lo menos nos podíamos juntar. En una de esas reuniones, mientras hablábamos mal de nuestro anterior club, nos dimos cuenta que como habíamos echado a todos sus integrantes, dicho club ya no existía. Inmediatamente buscamos un pobre linyera, le compramos una botella de vino, y le dimos un carnet. El numero 00001 aparecía arriba a la derecha. Felices volvíamos a ser, o lo que es aun mejor, volvíamos a tener alguna razón para estar molestos y soltar nuestra queja en compañía.

Lo terrible sucedió cuando el socio carnet N° 00001 de nuestro anterior club, nos buscó con una caja de cartón vacía, reclamando el vino que el suponía le correspondía.

Hubo algunos que estaban a favor y otros en contra de cumplir con su extorsivo pedido. Los que estaban en contra se preocupaban porque al no aceptar este chantaje, el club que le daba la razón al nuestro desaparecería, llevándose en su ocaso a este del que formábamos parte. Los que estaban a favor temían por el hecho de que cuando uno se vuelve accionista de una entidad, pasa a formar parte de la misma.

Asesinamos al linyera en el acto. Le echamos la culpa de todos los males que acechaban a la humanidad en ese momento. En cada una de nuestras reuniones contábamos historias falaces y anécdotas increíbles, que con mucho trabajo lográbamos creer. Celebrábamos fiestas para recordar la victoria sobre nuestro enemigo y hasta confeccionamos vestimentas rituales que eran utilizadas por cada uno de los miembros en ocasiones especiales.

Poco a poco las historias fueron sufriendo el desgaste de la repetición , y el trabajo que hacíamos para creerlas se volvía cada vez más difícil. Las vestimentas se encontraban sucias y decoloradas, y las fiestas habían perdido toda su magnificencia. El club fue cayendo lentamente en el olvido ´y ya son pocas las personas que recuerdan el motivo de su existencia.

Lo terrible es que cuando alguien olvida, olvida en soledad.
Y solo, no se puede fundar ningún club.

Emiliano Canis

jueves, 5 de febrero de 2009

Sociedades

Todo transcurría con calma en la mesa del bar.

Una estabilidad dada por la organización imperante, mantenía el fluir de las cosas con demasiada quietud.

Cada uno tenía un lugar, una función. Algunos - lógicamente - eran más importantes que otros , y otros, no eran más que simples cuatro de copas.
Extrañamente había ciertos integrantes que la estaban jugando callada : Ideas modernas dominaban sus conversaciones secretas. Planeaban sumar más y más adeptos a su causa.

“Es hora de poner las cartas sobre la mesa..!”

- gritaban enfurecidos. Manifestaron que la razón de todos los males eran los porotos, que eran estos elementos los que fomentaban la desigualdad, generando así la marginación de unos cuantos. No se podía seguir más marcando cartas y poniendo comodines, Había que ganarla de mano. Era el momento del cambio, de la revolución.
Fue así como poco a poco las cartas tapadas se dieron vuelta.

Una multitud rodeó el lugar. Al grito de – “¡chin-chon ,chin-chon , chin-chon..!” la mesa quedó completamente tomada.
A partir de ese día todo cambió radicalmente.

El ancho de espada había perdido todo su poder, los porotos no solo no servían, si no que quien los tuviese, se encontraba en una situación bastante complicada.

Hasta se escuchó de gente que llego hasta restar de a diez.

La mudanza

Agotado. Así, mientras me encontraba tirado en la cama, era como me sentía. Es que las mudanzas tienen la capacidad de, con cada objeto, consumir toda la energía que uno pueda llegar a tener. Las cajas, la explicación de la manera en que el papel de diario debe vestir cada uno de los platos. Lo que va en el cuarto, lo que tienen que dejar en el living, lo que se rompe y lo que no se puede ni rallar.
Lo mejor es la cantidad de cosas nuevas que uno encuentra. Algunas que estaban dadas por desaparecidas y otras, que uno ya nunca buscó, pero que al momento de verlas, inmediatamente, en una milésima de segundo y sin pedir permiso, ni avisar, te transportan a lugares, momentos y situaciones que uno quizás recordaba, pero que a través de ese objeto, se encontraba viviendo.
Las cosas cobran vida, creo yo, cuando desaparecen. Lugares insospechados, han sido el escondite de muchas de mis llaves. Mis bolsillos me regalaron dinero muchas veces y “¿Cómo llego esto acá?” repetí en varias ocasiones mientras sostenía algo con mis manos y miraba con sorpresa un cajón, una alacena o una mesita de luz. Es como si lo hicieran apropósito.
Cada vez que algo desaparece un vaso es dado vuelta en mi casa. Siempre me dio bronca, pero mi mama hacia eso cuando yo gritaba “¡donde está, si yo lo dejé acá!”. En realidad lo que más nervioso me ponía es que todo aparecía después de realizado tan estúpido ritual y, con una sonrisa que yo odiaba, mi madre soltaba un “viste, fue el vaso”.
La verdad es que si bien, con mi familia nos mudamos dos o tres veces, esta era la primera en la que el responsable era yo, la casa, era la mía.
La verdad todo el tema paso rápido, los tipos de la empresa de mudanza son increíbles, suben muebles enormes por escaleras angostas sin expresar ni un gesto de fastidio, son hormigas que corren, cargan, llevan, traen, todo de manera automática. Ellos viven todos los días momentos que, para quienes los contratan, son únicos, súper especiales, como la gente que trabaja en casamientos o en una casa de sepelios.
El cansancio era mental ya que no fui yo el que hizo fuerza, pero me encontraba abatido y perdido con todas esas cosas desparramadas por ahí. El solo hecho de pensar en acomodar, me obligaba a quedarme tirado, en esta cama.
A los pocos días ya tenía todo en su lugar, precisos esquemas mentales, que en breve serian olvidados, organizaban todas mis cosas. Yo, la verdad que soy desordenado, pero sé muy bien donde dejo todo. Por eso es que no entendí esta primera desaparición.
Era la remera del torneo que fui a jugar a Mar del Plata. Fue un viaje maravilloso de hacer y por eso, aunque me queda apretada, siempre con orgullo la suelo usar por mi casa, por la calle sería un poco ridículo y no podría andar explicándole a la gente las historias de cada una de mis prendas. La había dejado en este placar entre todas las cosas, en uno de los estantes. Los primeros días no me importó, pero después de un tiempo no entendí como había desaparecido. Me preocupó, no tanto, pero cuando conecté esta con las siguientes desapariciones admito que un poco me asusté. Era un pantalón, que no usaba mucho, pero en este caso lo que desapareció no fue la prenda, si no algo que llevaba dentro. Una invitación a un espectáculo, del que no tengo idea. La había guardado porque en ese papel, que no se cómo llegó a mis manos, había anotado el teléfono de un pintor. Sabía perfectamente que lo había dejado en el bolsillo de la derecha y como era un jean, con esos bolsillos apretados, en los que buscar una moneda es una tarea imposible, no se podía haber escapado.
Tanto como la primera, esta desaparición también la deje pasar y volví a pedirle, a quien me lo había pasado, el teléfono del pintor. La remera me molestaba mucho no poderla usar, pero imaginaba que pronto volvería a mis manos.
El placar era viejo, enorme, me lo dejaron con la casa. Las puertas se abrían hacia afuera y tenían manija, nada que ver con esos que se corren las puertas hacia los costados. Estaba lleno de detalles que recorrían cada borde, cada línea que se pudiera formar. Se encontraba un poco gastado, me había prometido a mi mismo lijarlo y pasarle cera o la pintura que correspondiera. Correr cada uno de los cajones que tenía, era imposible. Además de ser pesados no tenían ni rueditas ni nada que ayudara. Para abrirlos hacia lo que podía, pero para cerrarlos, con una patada bastaba. La madera era maciza, no tengo idea de cuál era, pero hacían muy pesado al mueble. Ni entre todos los muchachos de la empresa de mudanzas hubieran podido correrlo. Creí por mucho tiempo que era esa la razón por la cual lo habían dejado.
De noche como todo lo que está hecho de madera hacia ruidos, que yo escuchaba pero que jamás, me detuve a oír.
Uno de los cajones lo usaba para papeles importantes, otro para las medias, otro para los calzones y el cuarto para cosas como perfumes, cinturones, billeteras que no iba a usar y cosas pequeñas que nunca tienen lugares definidos. Lo que desapareció esta vez se encontraba en ese cajón. Era un reloj, no andaba y por eso no lo usaba. Se había roto hace mucho pero era de muy buena marca y me daba no se qué tener que tirarlo. Siempre que abría el cajón lo miraba, aunque jamás lo saque. Estaba completamente seguro de donde estaba. Era algo que no tenía por que cambiar de lugar y fue esa la razón con la que empecé a ver con otros ojos todas las otras desapariciones. Ese día Salí apurado y no revolví nada, pero en el colectivo me encontraba fastidiado. Como podía haber desaparecido, me preguntaba. No me molestaba en absoluto prescindir de ese reloj, pero me aterraba lo que pasaba. Estuve muy distraído en el trabajo, no paraba de pensar y analizar que podía estar sucediendo dentro de ese placar. Varios compañeros me preguntaron si me pasaba algo, mi cara no habría podido disimular mi preocupación, pero no podía explicarles a ellos algo que no podía explicarme a mí mismo. Después del almuerzo no aguante mas, y me fui.
Me pedí un taxi, quería llegar lo antes posible. Tenía pensado sacar toda la ropa y cosas que allí se encontraban, pensé hasta en desarmarlo.
Desarmarlo, hubiese sido una gran idea, ya que no me tendría aquí dentro, rogando porque alguien, de vuelta un vaso.